La voz más potente, la más bella, el tono con más matices, una técnica extraordinaria… Las alabanzas a la prodigiosa trayectoria lírica del tenor Enrico Carusso (1873-1921) son archiconocidas. Sin embargo, su capacidad vocal no era su único talento artístico…
Enrico Carusso (1873-1921) debe su fama mundial a la excepcionalidad de su voz. Gracias a ella ha conseguido traspasar las fronteras del tiempo y, aún hoy, casi cien años después de su fallecimiento, sigue siendo considerado uno de los mejores tenores que ha habido en la historia de la lírica. A pesar de su muerte temprana, con tan sólo 48 años, tuvo tiempo de conseguir hitos tan relevantes como ser el primer artista en realizar una grabación vocal en 1902. La obra que registró fue Vesti la giubba, de la ópera Pagliacci del compositor Leoncavallo y de la que consiguió vender más de un millón de copias. Tuvo el récord de ser el primer tenor del Metropolitan de de Nueva York (MET) durante 17 temporadas, circunstancia ésta no superada hasta 1999 por Plácido Domingo.
Sin embargo, este artículo no pretende ahondar en su figura lírica, sino en otro talento que, debido a la grandiosidad del primero, ha quedado oculto para el gran público:
¡Enrico Carusso fue un gran caricaturista!
Con un trazo ágil unido a su conocido sentido del humor, “Carusso dibujante” comenzó autorretratándose tanto en su vida cotidiana como caracterizado en distintos papeles, aunque, pronto, lo extendió a su entorno más inmediato.
Nadie escapaba a su pluma: directores, compositores, la orquesta, productores, cantantes… Si bien muchos de sus compañeros masculinos ansiaban ser retratados por Carusso como símbolo de estatus artístico, sus compañeras femeninas, ¡las grandes divas! huían despavoridas en cuanto le veían entornar la mirada y sacar su cuaderno.
Con motivo del debut del tenor en el papel de Rigoletto en el Metropolitan de Nueva York que tuvo lugar el 23 de noviembre de 1903, Marziale Sisca, director del peródico La Follia, le pidió que le enviara al día siguiente una fotografía para la crónica. Sin embargo, Carusso en lugar de enviársela, le mandó un autorretrato. Este hecho fue el germen de una colaboración entre el tenor y este periódico, cuyo público era la comunidad italiana, que duró casi diez años y que hizo que ganara nuevos lectores hasta tal punto que Joseph Pullitzer, director del diario World llegó a hacerle una cuantiosa oferta al tenor para que se incorporase a su editoria. Carusso no dudó en rechazar esa oferta y continuar su colaboración altruista con su “periódico favorito”. No importaba que estuviera de gira, él personalmente se encargaba de enviar por correo sus bocetos a su carissimo Sisca.
Además de caricaturas y escenas, a Carusso le gustaba explorar la capacidad del dibujo redibujando las caras a través de números y con juegos gráficos de transformación en los que era capaz de transformar una letra C en su propia figura o una oreja en Arturo Toscanini al que dibujó en numerosas ocasiones.
Por una vez, y que me perdonen los amantes de la ópera, permítanme que me muestre mi admiración a Enrico Carusso, “un gran caricaturista que, además, cantaba”.
¡Bravo, Carusso!

© Dover Publicationes, Inc. New York

© Dover Publicationes, Inc. New York