Los robots “conviven” con nosotros desde hace años. Su denominación es similar en la mayoría de los idiomas, o con muy pequeñas variaciones (en alemán, por ejemplo, se dice roboter). Sin embargo, el término no es un anglicismo que ha colonizado el resto de lenguas como ocurre muchas veces. Se trata de una palabra de checa. La más extendida y utilizada con este origen internacionalmente.
Aunque ésta no es la única curiosidad vinculada al origen de la palabra robot: La fábrica en la que se crearon los primeros robots fue una “fábrica dramática”. La RUR (Robots Universales Rossum) es el escenario de la obra de teatro homónima escrita por el dramaturgo Karel Câpek en 1920.
En un primer momento ; Karel Câpek iba a llamarlo labori cogiendo la raíz latina, pero fue su hermano Josef quien le sugirió el término robot como una evolución de robota que era la manera en la que se referían a la situación de servidumbre (abolida en 1848) que había en la zona de Bohemia.
La obra tuvo un éxito importante y al poco tiempo de estrenarse en el Teatro Nacional de Praga en 1921, lo hizo en Nueva York (1922) y en Londres (1923).
Aparecen conceptos que, referidos a la robótica con la perspectiva actual, serían erróneos y que, incluso, el lenguaje sea ambiguo (respecto a lo que hoy conocemos). Por ejemplo, se habla de que los robos no nacen, se fabrican; sin embargo, sí que se hace referencia a que mueren. Es curioso ver cómo se trata el tema de querer construir un robot a imagen y semejanza del hombre evitando los errores del hombre que comete la naturaleza que lo hacen poco productivo.
Uno de los “problemas” que pronto se detectan en la obra que tienen los robots es que al carecer de todo tipos de sentimientos (lo que por otro lado es un punto positivo para evitar distracciones tales como tocar el violín). El hecho de no sentir dolor alguno genera ciertos problemas en la cadena de producción ya que no se dan cuenta de que, por ejemplo, han perdido un brazo y, por tanto, no realizan bien su trabajo en cadena. El doctor Gall da con la solución a este problema: incorporarles (en pequeña medida) la capacidad de sentir dolor… Aunque ya se pone, ¿por qué no también alma?…Las consecuencias de esta decisión desencadenarán el conflicto .
No se trata de una obra maestra, pero tiene la singularidad de ser considerada la primera obra de teatro de ciencia ficción. El propio autor quiso ver en su obra una versión actualizada (a 1920) y moderna del mito checo del Golem. RUR nos permite asomarnos, 100 años después de su creación, a la mentalidad una época que, aun principiante en una materia, presenta la búsqueda de “seres” similares a los actuales intentos de clones y androides que merece la pena descubrir