Pepe Viyuela lleva tanto tiempo haciéndonos reír (hay quien le recuerda aún con pelo) que, a priori, podría resultarnos difícil visualizarlo, no sólo en otros campos de la producción artística, sino, simplemente, en otros registros dramáticos en los que el humor no es protagonista. Sin embargo los tiene. Y, además, escribe.
Cuesta imaginar una casa de este país en la que no hayan resonado las risas provocadas por Pepe Viyuela. Atrapado en un silla, inventor en el “Un, dos, tres”, protagonista en series tan populares como de Aida, Olmos y Robles e, incluso, dando vida al agente de la T.I.A. Filemón en el cine.
Como actor “no cómico” (discúlpenme, pero me niego a utilizar “serio” para ilustrar aquello que no nos hace reír) lo hemos visto, entre otros, interpretando al sórdido Alfonso en la serie Matadero. En teatro, nos hemos estremecido con su gran interpretación en el montaje de Rinoceronte (Eugene Ionesco, 1949) que versionó y dirigió Ernesto Caballero y por el que obtuvo el MAX de 2016.
Pero lo que nos ocupa en este artículo, no son sus méritos dramáticos, sino su producción literaria. – Sí, sí. Su producción literaria.
El descubrimiento de esta faceta de Viyuela fue totalmente casual (o no) puesto que, fue a través de la recomendación de una plataforma on line tras comprar el Animalario del profesor Revillod. Llevada por la sorpresa de la conexión del algoritmo con el libro-juguete de animales fantásticos y la curiosidad por querer saber más de alguien a quien ya creía tener ubicado en un área concreta, decidí descubrir cómo era Pepe Viyuela como escritor.
En El Bestiario del Circo (2006) editado por Páginas Libros de Magia, Viyuela describe a modo de refinada greguería (extendida) la vida que emerge en el espacio delimitado por la carpa del circo y en cuyo “vientre entra todo lo inimaginable y ,sobre todo, lo inconcebible y lo imposible, la quimera y todos los horizontes que han visto los hombres a lo largo de su historia”. Acompañando los textos, unos sugerentes dibujos a lápiz de otro actor, Miguel Cubero, que subrayan su esencia como quien entorna los ojos para enfocar la mirada dentro de las sutiles imágenes con las se describen a los habitantes circenses.
El forzudo, la bailarina sobre el caballo, la sombra del trapecio, la pulga, el elefante, el confeti…Todo lo que hace soñar dentro del circo tiene cabida, aunque el alma de payaso del autor aflora con las múltiples referencias al Carablanca, a la nariz, el espejo y al payaso de nariz roja (que dedica a Tonetti) y que describe como “un hombre-bizcocho mojado perpetuamente en el chocolate blanco de la infancia”.
En Bestiario de Teatro (ediciones Amargord, 2018), viaja por la “Republica dramatis” a duo, de nuevo, con Cubero. En esta ocasión, los dibujos no sólo acompañan como en el Bestiario del Circo, sino que dialogan con el texto y lo expanden.
“El escenario es algo más que una bestia: es el tabernáculo del que emergen todas ellas, un caldero mágico cargado de maná. Es el mundo por venir y el mundo que ya fue. Es la máxima potencia, donde nace y muere todo. Un lugar donde hasta la muerte es mentira y la realidad se retuerce sobre sí para hacerse poesía.” Con una definición así de lo que Viyuela llama Libertas Terrae, ya podemos vislumbrar cómo la sutileza que planeaba por la carpa circense se torna en imágenes potentes y rotundas que, entremezcladas con dosis de humor (en ocasiones acidez), que les permite a los autores dar una vuelta de tuerca a las bestias teatrales que integran su universo onírico.
Completan la producción literaria de Viyuela varios poemarios: Las letras de tu nombre (2008) , La luz de la memoria (2009) ambos editados por Helado de Mamey y, basculando entre poemario y bestiario, está Silenciario (2010) en el que rtambién colabora con Miguel Cubero. Colaboraciones puntuales como en el ensayo previo a la obra “El mago” de Juan Mayorga y en “Jardieladas” (libro que recoge textos “variopintos” de Jardiel Poncela) hay un breve artículo llamado “Quien lo probó lo sabe”, en el que se refiere al humor de Jardiel Poncela como: “un reconstituyente de malestares, un caleidoscopio que nos permite mirar lo que nos rodea con ojos de camaleón”.
Pepe Viyuela, un artista-cebolla con nariz roja al que seguir descubriendo capa a capa a través del humor, el drama, la poesía…
¡Bravo, Pepe Viyuela!